miércoles, 17 de septiembre de 2008

El absurdo social del cientificismo (ciencia en sus casillas e ideología)

Igual que la filosofía no es el objeto de la sociología, la ciencia no es tampoco su objeto. Salvo en lo que conviene a la sociología de la ciencia, ésta no le interesa, no es su caso, y el que podría ser, su desenlace como posibilidad, será sociología de la ciencia y no la sociología como totalidad.

Las exigencias que leemos por aquí son sólo sugerencias que se han precipitado en su cientificismo, el carácter ideológico de la indeterminación de la conciencia.

La sociología actual está llena de referencias a la filosofía por lo que su reflexión revela como conciencia y urgencia. La ciencia que no es su episteme es futilidad para ella. La ciencia cae con los cientificistas en lo que en ella hay de menos científico, su ceguera e ignorancia sobre la finalidad de su verdad, lo que las hace ridículas y desprovistas de sentido.

El finalismo supuesto en la pereza del ejercicio tropieza necesariamente en su incomprensión, en lo que le faltaba de luz a su supuesto, lo que lo hacía incompleto. Una postura científicamente respetable y digna trabaja la cosa en sí en la dialéctica de su falsacionismo y falibilsmo para lograr la adecuación de la posibilidad de sentido de la verdad. Aquí no hay casillas sino descubrimiento de posibilidades. Repito que el interés filosófico es que se trata de un proceso que se sabe no final.

La reflexión casillar como sociología, que pierde su sentido al no reconocerlo, no puede reclamar una posición para la que no hay reclamo sino en su exigencia de primacía. Esto es ridículo. Si no hay adecuación a lo social, la ciencia como objeto social es algo absurdo.

El pragmatismo de la conciencia trabaja en afinar de manera continua el mecanismo con el que opera el conocimiento. La continuidad es la de auto referencia de sus objetos, su acción y forma de trascendencia en el conocimiento. Esto no tiene nada que ver con una conciencia psicologista, sino que es una forma y lógica; trata de sus objetos en la difuminación de su indeterminación, su posibilidad de ser cosa en sí para fuera.

La adecuación de los objetos en la purificación y limitación del efecto del olvido de sí como consecuencia de la indeterminación de la conciencia sufrida en la trascendencia busca situar, hacer posibles los objetos en la suspensión fenoménica de los mismos dirigida a un más rápido cauce de menor error, invertir el paso del tiempo en nuestro provecho. No se puede concebir esto si no es como proceso que no se agota y establece, sino en nuestra oportunidad de su violación, el objeto de nuestra profanación.

Las continuas referencias que hago a los objetos se deben tomar en esta misma forma de pragmatismo conceptual. Se trata de una teoría de la acción del mismo conocimiento en lo que en él hay de nuevo y de descubrimiento. No hay duda que esta idea apunta éticamente a la sociología y la posibilidad de un discurso ético que no tiene nada que ver con infantilismos y peticiones que no llevan más que a llamar bien al engaño y la ignorancia; es decir, al nihilismo.

Desde la estética trascendental podemos concebir ahora las posibilidades de una estética de la moral o moral como estética, acción social en su correlato de realidad. En la conciencia de su posibilidad hacemos una ética si es que lo hemos reconocido o descubierto.

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