jueves, 19 de febrero de 2009

El nihilismo de la falta de urgencia

La mera verdad no basta, lo que buscamos son respuestas a nuestros problemas.” (Popper, Conjeturas y refutaciones; La verdad, la racionalidad y el desarrollo del conocimiento científico, pg. 281)

Me sirvo de esta engañosa cita de Popper para desligarme en lo que claramente nos separa. Siempre he visto en los filósofos de la ciencia una grotesca hipocresía cuando se las dan de humanistas, como si estuviesen realmente implicados en los problemas. La conciencia de los problemas, de acuerdo con la urgencia, no es su concepto sino lo que urge en él, lo inmediato que emerge de su dolor.

El dolor del hombre es una condición antropológica basada en su especial negatividad. Se trata de un recreo inmediato en el que esta negatividad es consustancial a la cosa. El hombre es un miserable, pero ha de saber que lo es.

Sí creo que la irracionalidad es antropología filosófica porque de ella se hace posible su ética. De conocer la raíz de su falta depende su comprensión; no de que haga juegos con su dolor, el recreo de negatividad que se indetermina. Los conceptos científicos no son una bendición a la que nos acomodamos sin mérito alguno. Esa noción de mérito es una falta del mismo, una declaración de pereza y simplemente una condición de confort y debilidad de espíritu.

Esa falta de comprensión es exactamente nihilismo: no sufrir con el otro, ni, acaso, conocer su sufrimiento, sino describirlo, pero no en su urgencia, sino en su verdad. La sed de nada, la voluntad de poder comprendida en su verdadero ser, se hace inmediata con su destino. El nihilismo cientificista es, pues, la voluntad, lo inmediato, no de uno, sino de otro; pero no en su comprensión, su saber inmediato, sino el falseado, negativizado, en su mero conocimiento.

Esta ausencia de compasión que Nietzsche quiso fortalecer como voluntad positiva es una insistencia sobre una positividad que no la reclama. El carácter evolutivo de la solidaridad se da desde formas inferiores como el sexo hasta variaciones superiores de ello mismo en el lenguaje.

Si la ciencia es una voluntad de poder que se compadece de lo que conoce y no de lo que sabe no hace sino indeterminar su fuerza haciéndola débil.

Considero a Nietzsche un filósofo moral en un sentido especialmente ético. Por mucho que crea que es un filósofo incomparable y con frecuencia genial, su presuntuosidad profética es un delirio metafísico, en ocasiones, más cercano a la poesía, el arte y la locura que al uso filosófico.

Popper, en sentido epistemológico, tan fortalecedor como Nietzsche, indetermina la inmediatez al pretender determinarla sin comprenderla.

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