miércoles, 4 de marzo de 2009

Bondades indeterminantes

El finísimo filósofo Friedrich Nietzsche implicó complejidad estructural en el ejercicio de oír música. La música no es sólo emoción inmediata, sino que su estructuración es sutil, su canalización; es partícipe del fenómeno música.

La expectativa al oír música es lo que hace que seamos precipitados a participar en ello junto con la emoción que fuerza con su sutil colorido –coloreo-. Como fluye, no necesita un reconocimiento, ¡porque lo adelanta!.

La anticipación es un fenómeno estrechamente relacionado con el que llamé de la precipitación, con el que comparte buena parte de su fenomenología. El vacío del que se sirve la precipitación lo lleva a que se estructure en la suposición de su expectativa –la falta-.

La ética demoníaca del cientificismo conduce con toda naturalidad a cambiar los significados por sus más inhumanas bondades, las más indeterminantes.


El sonido parece venir dado con una predisposición emocional hacia él, como en aquella precipitación de Lichtenberg. Bajo los efectos del exceso de café, decía oír los sonidos antes de que se produjesen. La emoción se abalanza sobre su conciencia y la amplía hacia el sentido que la estimuló. El sonido parece ser más rápido que la vista porque no está predispuesto formalmente sino precipitado a su continuidad, es decir, facilita que fluya su tiempo rellenando su vacío con una predisposición dada en un el contenido de un proceso continuo. La vista, por el contrario, toma su forma en un eco tardío, como puede comprobar cualquiera con ciertas trampas visuales. A este respecto sería muy interesante comprobar los potenciales evocadores ante la falta de visión y la de sonido. Tenemos, en cualquier caso, la experiencia de los sordos y su enorme sensibilidad.

La belleza de la armonía parece residir en poco más que un reconocimiento formal. Por ello es más molesta la mala música que un mal cuadro, porque el ojo ve sólo lo que le viene de fuera y el oído se emociona con lo que oye. Debemos cuidar, no obstante, de no olvidar la formalización de la vista. Su distinción crucial reside en que el ojo es tonto y hueco y el oído sutil. Por ello es más fácil oír música que disfrutarla, porque las emociones son sutiles.

No hay comentarios: