jueves, 14 de mayo de 2009

Crítica histórica

Como consecuencia de los cambios y ampliaciones que hago en mis propios aportes, olvido algunas aclaraciones que ayuden a comprender mejor el tema.

Se puede ver en mis textos cierta recurrencia a la historia. La historia a la que me refiero es, en seco, el tiempo pasado; o, más exactamente, el paso del tiempo. El tiempo es la condición más importante en relación a la conciencia porque a partir de ella es posible es resto. Las condiciones históricas no sólo tratan del contenido efectivo de la historia, lo que figura en los libros de historia y sus diversas objetivaciones, sino aquellas condiciones más finas que definen sus términos conforme a una mayor complejidad.

Llamo a ese tipo de complejidad fenomenológica. La fenomenología terminológicamente es un invento de Hegel al poner el fenómeno kantiano en el espíritu. Soy kantiano y no hegeliano; mi fenómeno es el de las condiciones que se expresan en la experiencia, y dejo el espíritu para dentro.

Hegel hizo algunas importantes travesuras que han sido de la mayor relevancia para el desenvolvimiento de la filosofía. Si Kant fue el paso que hizo la filosofía no sólo especulativa en la conformación de la razón, Hegel hizo la razón especulativa con su historia.

En el estudio de las enormes obras de estos dos genios se aprecian significativas similitudes. La primera de todas, en lo que nos interesa, es que es filosofía de primera línea; la filosofía no es la definición de un objeto sino su problematización. No obstante, la filosofía trata con objetos, y hace su discurso de ese trato. No dice, 1 es 1; sino se pone a pensar en la concepción de 1, qué es concebir, quién concibe, cómo ello es posible, cómo puede ser otra concepción distinta y en qué radica su identidad, etc, etc. La filosofía de boca de los grandes maestros, la mejor manera de aprender filosofía, es algo fascinante y un continuo problema. No pretenda nadie ir a las críticas de Kant a buscar soluciones porque lo que hay realmente son problemas.

No se puede tratar con los grandes maestros ni con prisas ni sin haber hecho la digestión. El estudio de los maestros es su traducción en el tiempo, es decir, traducir su obra en la actualización de quien la traduce; la obra es, en este sentido, de quien la trata. A eso es a lo que se le llama crítica, a tratar algo en profundidad y no sólo en su historia.

Como recordarán los que hayan leído la genial ficción de Borges, Pierre Menard, autor del Quijote, la identidad de la obra, su posibilidad objetiva de verdad, es un reto de la creación. En mi opinión, Borges no estaba pensando en Wilde al hacer la profunda filosofía que estaba haciendo; era admirador suyo, como todos los escritores que lo han tomado en la seriedad que merece, y, sin embargo, su ficción tenía un sentido más hermenéutico que el puramente creativo de Wilde. La creatividad de la crítica es la obra de arte del crítico, aun cuando el pensamiento de Wilde no se puede reducir a una sola obra, en El crítico como artista, es una declaración de intenciones.

Mi sentido de crítica es exactamente el de Kant, Wilde y Popper. Defiendo que no hay en ellos una intención de verdad, pues, como los tres muestran con claridad, eso le restaría buena parte de su mérito.

No hay comentarios: