lunes, 14 de septiembre de 2009

El retraso de la neurociencia respecto al dualismo

El otro día hice referencia a la visión del cerebro de una buena parte de la neurociencia moderna. Ésta hace lo que he denominado materialización cerebral de la mente. En resumen, reduce la mente a lo que pasa en el cerebro. Es cierto que esa reducción avanza cada día más, y buena parte de lo que ayer era tomado por mente hoy no es otra cosa que actividad cerebral; es lo que he llamado paradigma del cerebro, la reducción de las condiciones cerebrales que producen la mente.

Uso mente en un sentido muy definido que guarda estrecha relación con el pensamiento de dos de los filósofos que más admiro: Charles S. Peirce y Karl R. Popper. Uno de ellos, Peirce, escribió hace poco más de un siglo; el otro, Popper escribió durante todo el siglo XX..

En la filosofía de Peirce la actividad pasa por diferentes fases en las que se producen modificaciones. Peirce era kantiano, y el campo fenoménico estaba distinguido del nouménico. En uno pasan las impresiones de los fenómenos; y, en el otro, el sustento de su posible concepción, es decir, se hacen conceptos objetivos en el más responsable sentido de la genética del conocimiento. Esto último quiere decir que no hay objetividades tales como las reales que estén en sí mismas como una manera de ser, ciertamente, vacías. Las sinápsis, por poner un caso, no existían como objetos reales hasta que Sherrington las nombró.

Toda teoría tiene un vacío, y un tiempo de especulación antes de hacerse real; no nace de la nada sino que avanza ajustando el vacío al contenido que determina su objeto. Real significa criticable en su concepción solidaria, ora sociología de la ciencia, ora del conocimiento; lo importante es que sea consensuada, hecha objeto común, y no dogmática y presuntuosa.

La sociología de la ciencia es el conocimiento científico como el objeto solidario: las discusiones epistemológicas en torno a un tema de ciencia, el uso de una misma metodología en distintas disciplinas, el aprendizaje escolar de técnicas de laboratorio, el debate sobre el diseño de un experimento, los contrastes de un mismo experimento bajo distintas condiciones, etc., etc.; o la socialización de logros científicos tales como vacunas, antidepresivos y asiolíticos, aparatos tecnológicos para el hogar, uso personal y el mundo de la empresa, bombas de destrucción masiva de población, contaminación sistemática del medio ambiente, etc., etc.; y no la teoría de un solo individuo sobre algo hecho pasar por ciencia fuera de esa comunidad. Por otro lado, la sociología del conocimiento es el conocimiento como el objeto solidario: las formas del interés común, los procesos de aprendizaje en escuelas, las percepciones grupales de las formas de socialización de los niños de diferentes entornos y culturas, el impacto de las modas, etc., etc.; y no la teoría de un matemático sobre el universo que no interesa a nadie.

Hay un falso argumento sobre la naturaleza subjetiva del conocimiento que no es otra cosa que una manipulación psicológica de formas lógicas presentadas como "objetivas", es decir, se psicologiza la epistemología como crítica de la epistemología en tanto se la tiene por subjetiva; es, como digo, hacer, en términos lógicos, lo mismo que se critica, hacer de la epistemología una simple hipocresía. Pero, sin embargo, la epistemología no toma el conocimiento por quién lo piensa, por ejemplo, un autor como Kant; piensa el conocimiento en cuanto lo pensado, por ejemplo, las formas puras a priori que hacen posible pensar la cantidad como cantidad, y no sólo diversidad. Eso es lógica, y no psicología. Es un prejuicio común en un cientificismo que no cuestiona sus términos en el arrebato ideológico de estar bajo el influjo de la verdad. Es, como se ve, un subjetivismo que esconde su privacidad en una psique acrítica e inmoralmente verdadera con arreglo a su sola presuntuosidad. El bien común no es el bien particular; y el bien de uno no ha de ser el bien de los demás. Ha quedado claro con la distinción dialectica de las dos sociologías relacionadas con la epistemología. Habrá casos no dialécticos, y de relevancia moral; otros, por el contrario, que sólo protejan su ontología de la verdad bajo una raíz inmoral con arreglo a la continuidad pervertida del mantenimiento burocrático de su supuesto.

El psicologismo es, como está claro, cosa de la psicología. Y este tema dice todo lo contrario de psicologismo; dice que la lógica de la acción mental es tercera en tanto pertenezca a su concepto solidario, y no en tanto sea comprobable científicamente, ni en tanto sea verdad.

La verdad, se insiste en ello, no es una condición por sí misma; siempre está falta de un sentido sobre el que decirse, y no puede saber con anterioridad lo que ampliará su verdad. La verdad, dicho así, es un concepto que sólo se amplía negativamente. O bien, es, simplemente, falso; o bien, es algo que le falta, y no es sino un límite de su verdad. En mis terminos fenomenológicos, la verdad limitada es un uso indeterminado, o verdad a medias, que extiende un efecto ideológico que recrea la limitación de "una verdad" bajo la supuesta forma de "la verdad". En ciencia se llama uso pragmático de la verdad.

Aunque tiene una génesis parecida en la idea pragmática de verdad propia del pragmatismo, es muy peligroso confundir el margen filosóficamente creativo del pragmatismo de Peirce con el conservadurismo acientífico del cientificismo.

Peirce desarrolló el falibilismo en la idea de un uso filosófico de verdad, es decir, su crítica. En ética, en la acción de su falta de objeto, conduce a la lamentable ética infantil que se carga de supuestos, más supuestos, y expectativa de una ordenación del mundo fundamentalmente inmoral a costa de su supuesto "natural".

La mente en Peirce era un tipo de relación lógica llamada segundidad (secondness), lo que algo es a partir de otra cosa. La mente no es una cosa en sí privada sino que es lo que relaciona. El cerebro no es distinto de la mente sino que es su primeridad (firstness). El cerebro, pues, es causa sustancial de la mente; la mente no se reduce al cerebro, sino que es creativa con su acción. El sentido reduccionista de la neurociencia es, con justicia, criticado como inmoral.

En la filosofía de Popper la actividad de la mente es llamada segundo mundo, o mundo 2. Se refiere a la actividad de los procesos mentales. El mundo 1 sería el cerebro, su mundo físico; y el 2 la actividad de ese mundo con otros mundos. La actividad del cerebro no se reduce a la mente, ni la de la mente a los estados del cerebro, sino que a partir de su desarrollo histórico y crítico toma conciencia; la neurociencia tiene un importante reto filosófico en explicar lo que no es sólo cerebro. Las sinápsis son fisiología del cerebro, Mundo 1 orgánico; el significado objetivo con el que trata es filosofía de la mente.

El mayor interés de estas filosofías está en la consecuencia de la primeridad y la segundidad; llevan a la terceridad (thirdness); en la filosofía de Popper se llama tercer mundo, o Mundo 3. La terceridad es la acción de relacionar de una mente lógica, o fenomenológica; y el Mundo 3 es el mundo de las creaciones humanas.

La mente es un plano de existencia comprobable desde su consecuencia. La mente no es una primeridad en ella misma sino en tanto sea la relación con otras partes; no es una relación causal de la mente con nada sino una estricta relación lógica entre proposiciones.

Peirce no pudo conocer más avance científico que el de su tiempo, el de la historia de la ciencia, el de la historia de la filosofía, y todo el mundo que se abre a la creatividad. No obstante, no sólo es el padre de un pragmatismo más conocido por William James, sino que las ideas de éste no serían sustancialmente las mismas de no haber conocido a Peirce. William James, conviene aclarar, escribió Principios de psicología (1890) en donde, entre muchísimas otras cosas, distingue totalmente entre cerebro y mente.

Popper trabajó conjuntamente con el neurofisiólogo John Eccles. Eccles, como he señalado con frecuencia, ya no es paradigmático. Eccles estaba interesado en un sustrato espiritual de la mente; Popper no creía en la espiritualidad sino en la creatividad.

Si bien es cierto que ya casi ningún neurocientífico habla de Eccles, Popper sigue dando qué hablar en neurociencia. La deficiente formación filosófica de los neurocientíficos los incapacita para comprender su lógica.

Uno de los asuntos que la neurociencia ha refrescado a la filosofía es el del dualismo, el papel que juega la mente en su interacción con el cerebro. En la obra de Popper y Eccles (El Yo y su cerebro, 1977) se llamaba interaccionismo dualista. El sentido en el que la mente interacciona con el cerebro no es como mente sino como segundidad, o Mundo 2. No se trata de una mente con un mundo aparte sino que está determinada por los objetos que conforman su primeridad, o mundo 1; se llama semiótica, y cada vez más disciplinas hacen uso de ella: inteligencia artificial, psicología, computación, o sociología.

La neurociencia dice que el dualismo está superado, que no es necesaria la explicación dualista; yo digo que no entienden lo que significa la interacción. El cerebro no tiene el contenido del mundo del que habla por sí mismo, por la actividad misma del cerebro; su mundo es una relación lógica con otro mundo del que habla. Toda mi teoría dice que otro (otherness) trasciende con primacía al resto de las cosas si es un otro inmediatamente moral, es decir, no un otro como algo sino como alquien.

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