lunes, 5 de julio de 2010

El deslazamiento bajo la crítica del objeto ético

Hay una idea muy importante en el supuesto mal del desplazamiento de la psique: que este pertenece a una emoción desviada. Así es que, como uno no está bien, puesto que es anormal, debe ser eliminado, castigado, encarcelado, o lo que se quiera hacer con él siempre que sea una forma de castigo.

Es significativo apuntar que la lógica del castigo siempre es negativa y nunca positiva. Si haces esto te meto un grito o te abofeteo. La mala educación está presente desde la infancia; se educa mal desde un principio estructural como enseñar a tortas, y no se condiciona positivamente, esto es, educando bien.

La educación negativa está mal por principio porque no sabe qué está bien, sólo sabe qué está mal. Los niños, maestros en el proceso evolutivo de aprendizaje y centros primordiales de la educación, son extraordinarios moldes de los que sacar importantes implicaciones. Los niños no aprenden más negativamente, castigándolos, sino que aprenden más y mejor reforzándolos. Esto quiere decir que si haces algo y te meto un grito aprendes peor que si te aplaudo, porque apruebo tu conducta, refuerzo lo positivo, y no lo hago negativo abstrayendo el objeto próximo que pretendo representar como forma e ideal a seguir para la conducta. Si tenemos en cuenta que la principal razón de aprendizaje no es abstracta sino que es una razón moral mantenida por una comunidad vemos que se educa mejor cuidando de la gente que tratándola a palos.

La negatividad en moral, contrariamente a lo que ocurre en epistemología, necesita de una base positiva y no es, como decimos, justamente representable. Y cuando decimos que la moral se hace negativa decimos que se abstrae, y no es posible un juicio sin abstracción, pero se ha de cuidar de no crear una distancia densa y máxima con lo que se abstrae porque no todos los objetos abstraídos guardan de igual manera una relación de identidad con su posible representación. Los sentimientos y las emociones son de ese tipo de objetos asimétricos con su representación; son asimétricos y no representables con justicia.

Una de las ideas más importantes que he desarrollado es hacer la subjetividad mínima mediante la forma superior de la psique, la forma con la que se amplía el concepto de la psique, la moral, el impulso de unos a otros. Este enfoque es radicalmente sociológico y necesita de un concepto (el concepto solidario) para el desarrollo psicológico de su posterior síntesis, la ampliación expectante desde la que crea su desplazamiento.

Educar bien es un imperativo ético, aunque haya un imperativo superior que es desligar el bien del mal y conocer sus diferencias; sólo se conoce objetivamente desde la crítica y nunca por sí mismo; se necesita de de un juicio.

La ética es superior porque tiene una razón con la que superar (trascender); la racionalidad de la ética consiste en superar la razón de ignorancia y pereza moral.

Una ética infantil es una ética menor, inadecuada y pretérita; y una ética sádica y cruel es una ética perversa, aunque es, sin duda, una ética, pero es una mala ética, inferior, estética y egocéntrica. El arte se basa en ello, en una ética de la mentira y el deleite estético. Su fallo está en que el gusto no pese y sea trascendental, que su subjetividad sea neutra; pero la unidad trascendental, que no existe sino inteligiblemente, sí pesa porque toda conciencia ha de ser histórica (conciencia de algo), y sólo es a priori como hipótesis, es decir, que es negativa y no es por sí misma.

Quienes hayan estudiado en profundidad las obras de Kant, principalmente las antropológicas y morales, se habrán percatado de la extraña obsesión que tenía con la mentira como mal mayor. Incluso un pensador de la talla ética y filosófica como Schopenhauer siempre lo vio desproporcionado y nunca lo entendió del todo.

La razón de la indecencia moral de la mentira es sencilla pero profunda: la mentira es la intención de un engaño primero, y no hay forma para que el engaño no sea un engaño a uno mismo, una traición a la identidad trascendental en la que Kant basó su ética y epistemología.

Ciertamente Kant superaba esos obstáculos con un pragmatismo bien poco fino, dando la ocasión para que los malos filósofos corrompiesen su profundísima filosofía. Ahora bien, si uno atiende a los principios de su filosofía puede superar la debilidad del viejo Kant. Por ejemplo: Kant fue hostil con la ética de la sexualidad, las bebidas espirituosas y la compasión porque el sujeto no tenía razón en ellas, y no era libre de un juicio sintético a priori que hiciese racional su acción. Empero, Kant dio el visto bueno al sexo en la pareja por un intercambio de indignidad moral al ser objetos del placer de uno por medio del otro, cuando él había puesto como imperativo moral tratar al otro siempre como fin y nunca como medio, es decir, el hombre hace en el sexo del otro hombre, o mujer, un medio para lograr su placer, y lo utiliza para sus fines egoístas y no los del otro; con el alcohol no es muy distinto porque es indigno pero hace a los hombres más sociables; y la compasión es una debilidad, pero la piedad con el otro es un rasgo de la santidad, la inexistencia de motivos egoístas en un sujeto por la superioridad de un carácter clara y definidamente moral en que los motivos de uno mismo no tienen espacio.

El juicio sintético a priori, el que garantiza verdad incondicional a cualquier proposición, es un problema gravísimo del límite epistemológico con su encuentro moral. La experiencia moral no es representable a priori puesto que el otro no es abstracto; sería un contrasentido moral. De esta forma limitamos el conocimiento moral a una moral práctica que adapte su generalización a un conjunto moralmente no generalizable de acciones conforme a las cuales vivimos; es decir, cede la verdad a una verdad entre los hombres y su conveniencia.

No obstante, la ética de Kant es mucho más profunda que un límite que ya había quedado demostrado insuficiente a priori por sí mismo, y pasó a analizar un posible fundamento moral a priori: el antropológico imperativo categórico.

En lo relativo a este tema no necesitamos dar muchos más detalles y los resumiremos en que se contradicen constantemente unos con otros al no tener auténticos principios para la experiencia y terminan, discursivamente, por abstraerse todos y quedar finalmente en un vacío. Por lo tanto, la moral quiere ser tan válida que no es moral porque ha abstraído la proximidad de su objeto.

El auténtico pragmatismo que nace de Nietzsche, Peirce o mi sociología superan al otro, al vulgar, y al comúnmente entendido en el mundo filosófico, porque tienen al otro por principio en su teoría. El pragmatismo de Nietzsche es al revés puesto que no es histórico sino eterno y deseninmaterializa (materializa) la acción en retornos de lo mismo; el de Peirce puso las condiciones de conocimiento al ritmo de su sensibilidad (perceptos) y no las abstrajo más allá de la dialéctica de su cambio sustantivo; y mi sociología hace necesario al otro para toda trascendencia histórica de un mismo objeto de representación.


Hay una forma en el cerebro para lo social, pero no es una forma individual; las emociones que gestionan el trato social y su sensibilidad están establecidas con un tono general, no concreto e individual, y es por ello que permiten mayor flexibilidad y adaptación. La única disciplina que puede dar justa medida al problema general de lo social es la sociología, aunque se acuda a disciplinas auxiliares en determinados problemas.

Hace años me relataban cómo los indigentes terminaban por aceptarse a sí mismos en el hueco de exclusión social que habían puesto para ellos; es algo terrible porque aceptan la exclusión social como una carga individual, una especie de pago por la inadaptación.

La inadaptación social no puede ser una cuestión individual. Si uno estudiase la carrera de economía para trabajar de analista financiero y no hubiese puestos de analistas financieros, la justa relación de términos, la relación causal que permite recomponer las cosas y darles una razón, no se encontraría en culpar al que estudió economía para ser analista; no sería un problema individual como se vería cuando se densificasen los economistas que estudiaron economía para ser analistas y la mayoría comprobase que no hay sitio para tantos de ellos. La sociología demográfica y estadística no es mi preferencia, pero si la estudian comprobarán que mis teorías no sólo son ciertas a priori –independientemente de la experiencia- sino también con arreglo a la experiencia. La teoría sociológica pone el concepto formal con qué pensar.

El problema de la inadecuación social y la falta de espacio para el cumplimiento de la expectativa no causan tanta indignación moral respecto al desempleo como respecto a la pobreza y la delincuencia, que son vistas de una manera muy distinta por el sociólogo que no abusa de prejuicios ideológicos al poner por delante un concepto con qué verlos. La pobreza y la delincuencia son sus conclusiones sociales; sin el apoyo familiar, subsidios, programas de reinserción, etc., las conclusiones facilitan el desajuste y la exclusión social. ¿O no se ve gente tirada por la calle porque la han tirado o porque carece de lo que la permitía conservar su moralidad?, ¿no está más legimitado el pobre que roba por hambre que el niño rico que roba por diversión?.

La cooperación no nace de una individualidad; no hace falta ninguna teoría sociológica para que los hombres terminen liados unos con otros, y sí hace falta una para racionalizar la relación entre ellos. La falta de cama no hace mejor al hombre como no lo hace la cárcel. La racionalidad de hacer mejores hombres sería que no hubiese falta de camas ni necesidad de cárceles.

El sociólogo que va buscando causalidad en lo que no tiene mente, como la sociobiología, es un sociólogo inferior que no pertenece a las humanidades sino a lo que denominé sociología de la inmediación. Por el contrario, la sociología de la mediación hace teoréticamente compleja la síntesis de lo inmediato y lo mediato porque se puede probar que la psicología en la que se basa la sociología está puesta de antemano y no es simista, psicológica de un individuo.

La sociología no hubiese sido posible hace siglos porque no habría sobre qué hacer sociología. La sociología nace del desarrollo amplio y descontrolado de nuevas comunidades.

Problemas como la delincuencia, la educación y la pobreza son muy complejos porque las densidades que estudia la sociología están compuestas de partes, en cierto modo, inaprehensibles, pero que se pueden, no obstante, racionalizar como ciencia. Una de las sociologías más importantes que haya habido, la de Max Weber, mi principal maestro en sociología, tuvo en mente dicha racionalización.

El modelo de imitación es un elemento fundamental para establecer el cauce solidario, y se deben cuidar los espacios de creación de distancia. Una mala acción se puede hacer relevante y su discurso social ser del todo imprevisible. No se debe jugar a ser sociólogo y adivino, pero sí se puede estudiar desde dónde se hace distancia y con qué.

La psicología, si no está confundida la tesis del fenómeno de la precipitación, se ve superada por la forma superior a ella. Dicha tesis dice que conforme vengan dados los márgenes temporales de los objetos menor será su grado de conciencia; cuanto más reducidos sean los intervalos posibles menor será, a su vez, su conciencia. La precipitación es una condición formal del tiempo que al reducir su posibilidad se rellena con la identidad de su expectativa; es decir, se hace el mismo el tiempo actual que el esperado. Su falta de conciencia, pues, se ha eliminado y se ha hecho sintético de un vacío, cabalmente, sobre el que se precipita. Esto quiere decir que en una sociedad hay muchas psicologías de las que la sociedad está compuesta, pues está compuesta sin duda de psicologías, pero es más característico el objeto solidario en el que las psicologías se unen que con el que se hacen propias. La superación no se debe estudiar, pues, por una constancia formal sino, justamente al contrario, por lo menos constante, que nos lleva a la raíz de la reflexión sobre la anomia en la que tantas veces he insistido.

La anomia es una desviación de la normalidad. Ya Durkheim hizo de la normalidad un relativo con la anormalidad. La normalidad no es evidentemente positiva, pero sí lo es al descubrir el elemento alrededor del que surge: una psique reunida con otras psiques. Pero sin una teoría analítica que pueda conducir correctamente a su síntesis se yerra con el modelo de relación social. Conocidos marxistas o neomarxistas son un claro ejemplo de ello pues han dado un uso desproporcionado de la dialéctica al utilizarla para mirar la solidaridad; su movimiento no es sólo dialéctico. Esto llevó a la escuela de Frankfurt a errores muy graves en su reflexión sobre la solidaridad al poner por delante el tiempo histórico al que condicionaba la historicidad.

Karl R. Popper dio muy buenas ideas respecto al discurso social desde su filosofía de la ciencia. Defendió una sociología basada en la racionalidad de la vida social, de manera que la acción social está enmarcada en unos supuestos que la garantizan. Si esto es así, como indudablemente es, habrá una posibilidad de realizar teorías que expliquen tanto la acción racional como su falta. No sólo se debe estudiar la estructura, lo que funciona con normalidad, sino lo que no funciona, el fallo y límite social.

Hay un individuo que forma parte de la sociedad, pero el individuo es a partir de lo social porque el individuo, en cuanto tal, el que no pesa, no existe sociológicamente hablando. El individuo se podrá estudiar en la psicología, pero en la sociología hay que andar con cuidado con la psicología. Cójase al individuo que se quiera y mírese en qué es propio; en nada, todo es deuda e historia. Hay, a este respecto, teorías absurdas que dicen que somos únicos e inimitables, que somos “especiales”. Semejantes teorías vendidas como ética de la dignidad humana son infantilismos que perpetúan el mal al falsificar su solución.

Estamos tan mantenidos y estructurados que somos incapaces de ver el exceso de psique de nuestras vidas y lo damos por hecho en una inversión temporal del esquema que configura la psique, la forma por la que ésta se mueve, como la forma del ojo con la que se ve, la boca con la que decimos palabras o el cerebro que alberga la psicología.

Conforme al fenómeno de la precipitación, por ejemplo, se podría llegar a un simismo y una total descomposición del fenómeno mismo, como a una suspensión del tiempo y cierto viaje inverso que permita anticiparse a lo que sucederá. No obstante. las suspensiones fenomenológicas y los paréntesis son tomados como ausencias de peso en nuestra teoría; los ignoramos. Se podría, sin duda, no ver nada por el ojo, no decir nada por la boca, ni pensar nada con el cerebro; pero nosotros vemos con ojos, hablamos con bocas y pensamos con cerebros que albergan psicología.

La confianza, un significativo caso de engaño psicológico que hace abstracto lo emotivo, se da cuando hay una repetición esperable. Somos incapaces de crear problemas sin una razón, puesto que somos históricos y estamos determinados; pero aplicamos la ley causal a la psicología cuando la psicología está movida por densidades que se anticipan al esquema causal que es siempre determinado por la miopía histórica.

La racionalidad tiene un espacio continuo que deriva en la historicidad de la que todos formamos parte; se ha de cuidar de no ideologizarla al pensar que es el bien positivo del hombre por sus innegables posibilidades para el conocimiento. El conocimiento es una forma negativa y lo que sale de él, lo que se conoce, es una sombra hecha positiva mediante una falsa síntesis que hace fondo por debajo de la acción misma de conocer.

La ontología racional es un historicismo que se mira al ombligo complaciéndose de sí mismo hasta que su vicio se estanca o se queda seco y al desnudo. El hombre es hombre y es lo primero a lo que se conoce; el conocimiento es un medio para el hombre y no su fin, lo que cree una exitosa ideología llamada ciencia (ciencia degenerada e inmoral, bien distinta de la ciencia del conocimiento). La epistemología es superior a la ontología porque el hombre se supera conociendo por qué conoce y no tanto qué conoce. La ontología, según mi crítica, es la identidad de lo conocido con lo que es; la ontología se avanza primera por más que el conocimiento la relativice; yo sólo apruebo la negatividad de lo que se conoce porque lo que es sólo avanza moralmente.