miércoles, 4 de agosto de 2010

A la expectativa del otro

Ocurre un fenómeno psicológico muy educativo si ustedes se hacen con aparatos que saquen imágenes de actividad cerebral o si hacen filosófica la psicología social.

En un principio, vamos a dejar por un rato los aparatos de resonancia, pues en esos chismes no se pueden meter fácilmente varias personas haciendo las cosas que necesitaría que hiciesen para contarles el fenómeno que les tengo propuesto. Con imágenes cerebrales verían, en el mejor de los casos, que cuanto más cerca esté una persona, dada cierta pauta de repetición, terminarían por sentirla tan poco que sería un expectativa muy débil en intensidad; llegados a cierto punto, casi no sentirían al otro. La costumbre dulcifica los afectos, si se ponen nerviosos en las citas con las chicas no hay remedio para ello mejor que quedar repetidamente con chicas para que se les calmen los nervios.

Ahora bien, pónganse frente a otro y vean qué sucede. Si se lanzan cordialmente sobre el otro y hacen el amor con él verán que hacer el amor con otro no es como hacer el amor solo o con un objeto o animal. Las personas psicológicamente normales no disfrutamos de los animales desnudos o las cosas desnudas, sino de las personas desnudas; y disfrutamos con ellas en mutua desnudez.

Aunque conozco personas que se desviven con sus perros, si analizan los sentimientos de esas personas verán que esas personas tratan a sus perros como a personas y no como a perros. Esas personas raramente harán el amor con sus perros y seguramente harán el amor con personas. Muchas de esas personas hablan con sus perros y, por lo que yo he visto, se entienden; pero los perros entienden más el sentimiento que las palabras. Un perro puede entender “Gárgolas, no te cruces" o "suelta eso”; pero no entiende “si vienes esta noche a cenar conmigo podemos ir luego a tu casa, tomar una copita y ver qué hacemos luego" o "me gusta lo que me pusiste de cena la otra noche y pensé que podríamos repetirlo hoy en mi casa y probamos un vino muy bueno que tengo en mi bodega”. Hay cosas que no podemos hacer con los perros y sólo podemos hacer bien entre hombres.

El amor, que es básicamente un afecto social, es un afecto que sentimos hacia otros como nosotros. Generalmente no uso la figura del amor para hablar de solidaridad, pero en este caso lo hago por la fuerza de la imagen de hacer el amor. No todos los actos sexuales de este tipo son amorosos ni todos con quienes se hace el amor son amantes. El amor es un sentimiento incierto, no es como una línea recta que siempre se puede medir de la misma manera desde dos de sus puntos; el amor es un sentimiento causado por otro y no pueden reproducirlo a capricho como pueden hacer con esa recta. Si hiciesen una estimulación cerebral de la zona implicada en el amor, de tal manera que su cerebro lo tomase como si realmente hicieran el amor, verían que reconocerían sentimientos y no quienes los causan, por lo que la estimulación sería poco generalizable a objetos psíquicos como tú y yo en mi casa después de tomar una copita. Si la gente sólo hiciese el amor por la química que produce el climax bastaría con masturbarse, que no es lo que hacen generalmente los que hacen el amor. Hago el amor contigo porque me apetece hacerlo contigo, no con cualquier otro. El climax que determina el cerebro no es capaz de distinguir eso, le es igual.

El amor es un sentido positivo que con facilidad cambia y no está sujeto a un continuo de amor. Pueden mirar una chica muy bella durante un rato, que al final se cansarán de tanta belleza; hagan el amor y después de hacer el amor no estarán igual; uno se alegra del regreso de la amada después de su falta y al tiempo, cuando la tengan ahí y no sientan su falta, se tranquilizarán. Somos así, faltos del otro por principio; su posible concepto es sólo expectativa.

Muchas personas se imagionan mucho como será el amor, pero cuando lo conozcan no va a ser, con seguridad, como lo imaginaban; los afectos no se pueden representar con justicia en la mente porque la mente no tiene por sí con qué hacer continuo el afecto, en este caso, en su causa. Si así fuese, como en las novelas, bastaría con ir a los libros para vivir toda una vida, que es la gran mentira del arte.

La sexualidad reduce la carga agresiva, es cierto, aunque conozco muchas parejas que al principio lo han pasado muy bien y al final han terminado a tortas. Cuando uno se pone nervioso con otro antes de hacer el amor no es la mente quien manda en nosotros ¡sino el sexo!.

La animosidad del estado sexual, sus ardores y los tonos con los que impregna todo son una alteración somática que hace delirar a la psique. ¡Y qué cosas no se harían por amor!. Un buen amante debiera hacerlas todas porque su amante es ahora el amor.

Recuerdo la película francesa de Truffaut El amante del amor que trataba de un hombre al que le gustaban todas las mujeres, delgadas o gordas, jóvenes o viejas, guapas o feas; era un amante del amor. Y diría que si ustedes se convirtiesen en personaje por un rato experimental y me dejasen entrar en sus dormitorios con sus amantes y me permitiesen poner a prueba una teoría verían que el amante es sobre todo expectativa; haría cambios haciendo a sus amantes relativos ¡cambiándoselos durante el ratito experimental!. ¿O están seguros de que hacen el amor con sus parejas cuando en muchas ocasiones ni las ven por cuestiones como que miran hacia otro sitio o simplemente no es exactamente el amor lo que hacen?.

El sentido de mi experimento no sería otro que poner a prueba que se enteran de lo que se pueden enterar, y sería en los momentos de saturación, cuando las excitaciones empiezan a ser mínimas o decrecientes o cuando no ven al amante al mirar hacia otro sitio, cuando querría investigar el cambio que se les pasa; es con lo que ustedes, no obstante, hacen el continuo de que es el mismo amante por mucho que otros quisiesen que no fuese así, que realmente fuese otro. Haciendo uso de nuevo de símiles del mundo del arte, hay un cuento de Roald Dahl, El gran cambiazo, en el que un esposo experimental descubre con gran decepción lo mal amante que es. Ahora no imaginen que son buenos o males amantes sino que el amante con el que hacen el amor, o lo que quieran ustedes hacer con él, no es el mismo por una cuestión filosófica.

Para ser justos y tener una medida de este tipo en mente debemos ver las cosas en un periodo más largo que un momento. Podemos estar muy enamorados ahora mismo y cansarnos al rato. La sexualidad es increíblemente expresiva en estos temas porque nos permite ver muy claramente la proximidad. Todos hemos recreado recuerdos pasionales, pero si nos fijamos terminan siendo películas de cada uno que no se adaptan bien a la realidad.

Si cogen a otro por banda y quieren conocer qué hacen con él pueden tratar de causar un sentimiento como el que la obra de arte provoca, pero filosóficamente es mejor que lo hagan viendo el límite por donde se mueve su concepto. En las películas la gente ríe y llora, y si quieren saber de ello vayan al cine y vean con qué se ríe y llora la gente. Hay películas muy divertidas y emotivas con robots, perros, ratoncitos, sirenas, etc., pero tratan siempre de personas con aspecto de robots, perros, ratoncitos, sirenas, etc..

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