jueves, 23 de septiembre de 2010

Sociología histórica y sociología pragmática

Llamaremos sociología histórica a la sociología que se basa en el estudio la historia para llegar a su concepto sociológico. Es una sociología de grandes pasos, avanza haciendo barridos (síntesis) del camino recorrido históricamente. Sigue el principio según el cual se aprende de la historia. Es, como su máximo exponente, Hegel, un optimismo de la razón.

Y llamaremos sociología pragmática a una sociología que se basa en márgenes de acción. No parte de la Historia sino del sujeto que la hace, el que participa en su elaboración. Y es pesimista con la razón porque cree que de la historia no se aprende realmente nada.

La sociología histórica estudiará cómo los hombres dejan el ámbito rural para pasar a ámbito urbano bajo grandes razones generalizadas, o cómo la economía española se modernizó a partir del desarrollo del comercio exterior que su sistema político permitía. Es un modelo macrosociológico que sólo funciona con grandes generalizaciones que lo imposibilitan científicamente. Es una razón sociológica basada en la continua corrección de errores y lleva el fracaso como la carta de presentación de sus principios falibles, esto es, que no pueden ser principios de su razón.

La sociología pragmática estudiará cómo una población se desarrolla económicamente a partir la promoción de ciertas formas de inversión económica y social, o cómo el desarrollo de unos programas educativos ha llevado al desarrollo de una economía basada en el ocio. Sus generalizaciones son de pequeño espectro, y su menor generalidad la hace menos errada. No habla de Historia sino de historias; no hablará del tiempo de todos sino de formas de densidad del tiempo.


Querría ponerles un caso sociológico antes de pasar a otros detalles para que puedan ver que los problemas sociológicos no se arreglan mirando hacia atrás sino hacia delante.

La delincuencia juvenil, el maltrato de jóvenes a otros jóvenes en las escuelas, la falta de respeto por toda forma de autoridad, etc., es un problema que siempre ha existido. No es un fenómeno nuevo que unos chicos se aprovechen de otros, que haya faltas a la autoridad, etc... Lo nuevo es que sea un fenómeno masivo, de muchos. Ya no hay un colegio especial con chicos problemáticos o macarras desafiantes; hay problemas que llaman a gritos con causas comunes.

La moral que pasan los padres a sus hijos no es cosa de los padres sino del entorno en que se va a desarrollar esa experiencia. Los hijos no copian de los padres lo que los padres quieren que copien; los hijos copian de los padres lo que perciben de los padres, y, en determinadas épocas, los padres son la forma moral.

Los padres, para los hijos, son los padres como los ven los hijos; los ven subjetivamente y no objetivamente. Y los padres, y este es un gran problema, son una fuente moral que no acaba en ellos, pues no pueden responder de sí mismos. Los padres son a quién se mira para tener una respuesta; se mira a ellos aunque no la tengan, y no la suelen tener.

La capacidad moral crítica propia de la adolescencia es una variación de la visión mítico-moral a partir de una desmitificación individual que se hace de ese mismo mito colectivo; aunque los jóvenes se quieren alejar, no saben bien cómo.

Los jóvenes adolescentes viven sus cambios desubicados de sí mismos. Es consecuencia de cambios orgánicos y cambios en los objetos a los que tienen que adaptar dichos cambios. No cuadran, como no cuadra en principio la coordinación del movimiento a partir de una imagen reflejada en un espejo que parece ser la misma, pero no lo es porque el relejo está al revés, y no es idéntico como parece decir el espejo. Los adolescentes no andan como patos ni hablan como tontos sino porque están aprendiendo de nuevo a andar y a hablar.

Las anomias particulares, como la de los líderes del cambio, los inadaptados socialmente, debieran ser vigiladas por el sociólogo como el principio de novedad en la historia. Sociológicamente no hay anormalidades psicológicamente particulares. Los términos sociológicos son, por definición, términos comunes

Los padres en la actualidad no están presentes. Están, por lo común, trabajando; y dejan a sus chicos al cuidado de centros de socialización (colegios) que los forman, y donde aprenden la mayor parte de las cosas en las que deben aplicar la moral que debieron haber aprendido y que sus padres les negaron.

No es en nada extraño que los jóvenes se muestren creativos en el terreno moral. No es extraño que beban más de la cuenta y tomen más drogas de lo que les conviene. El alcohol y las drogas siempre han estado ahí, pero no la falta de expectativa de futuro, una gran capacidad económica con la que experimentar, el cuestionamiento insoportable de una autoridad inexistente, etc. Son, en conjunto, un exceso de expectativas vacías de una sociedad frustrada porque carece de cimientos en los que asentar las individualidades que quieren adaptarse a ellos. No tiene solución a nada de lo que propone; en su base no hay sitio.

Estos problemas son viejos problemas con caras nuevas. Son los problemas de siempre bajo nuevas condiciones de experimentación que los modifica; y los modelos viejos para una historia nueva no valen.

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