viernes, 22 de julio de 2011

El problema ideal del socialismo

La cuestión de fondo sería si el trabajo y las materias más directamente asociadas a él son capaces de crear riqueza. Su acumulación daría con rapidez con un límite de capacidad de creación de riqueza salvo que, claro está, se añadan a este proceso artificios con igual conclusión, pero de forma más lenta y, probablemente también, de consecuencias más graves.

El marxismo pervierte antropológicamente (La ideología alemana) la limitación objetiva que define la economía en la confección de una fenomenología antropológica que la hace depender enteramente de la dialéctica material de la que ha sacado su más importante conclusión: el hombre se ve desposeído y, por tanto, superado por la dependencia material que define la naturaleza sustancial del hombre. El hombre, ontológicamente, no sería otra cosa que la dialéctica de un esclavo de la naturaleza. Semejante profundidad no tiene, en consecuencia, más problemas en mente.

No es difícil mostrar que la función de producción riqueza depende de tasas decrecientes que sólo se evitan con falsos pragmatismos. Si la condición que crea riqueza no es siempre mayor que la que actuaba con anterioridad a ella, cuando no había creación de riqueza, la hipótesis con la que crear riqueza no es real.

La economía está, por principio, en situación de fata de abstracciones positivas que aporten algo a su supuesta capacidad positiva. Las abstracciones son, por definición, idealismos.

Así pues, la falta de una visión amplia de la realidad y su condición histórica, tarde o temprano, mostrará la falta de una teoría primera para la creación de riqueza. Carece de suficiente ventaja como para anticiparse a los problemas que posteriormente se darán.

Si no hay conciencia del límite de creación de riqueza, o de sus variantes inversas en los derechos que dicha riqueza produce, no hay ninguna solución antepuesta para el límite referido. La pérdida gradual de derechos sociales, la paradoja perversa del moderno socialismo democrático, es consecuente con el vacío de conciencia de la dependencia económica de todo derecho; el derecho positivo no existe en sitio alguno si no es como una distancia económica.

La distancia económica entendida sociológicamente es la forma económica de la que, estructuralmente, una sociedad depende. No hay acción económica alguna con sentido sociológico que se abstraiga enteramente de esta dependencia estructural; no hay ninguna abstracción que actúe por sí misma. La abstracción económica no es ideal; muy al contrario, las abstracciones económicas deben ser entendidas sociológicamente como distancias.

El pragmatismo, según mi concepción del mismo, requiere una filosofía de la acción en la que, estructuralmente, esté enmarcada la historia de dicha acción; habría de ser sintético a priori (*) para que se pudiese hacer alguna ciencia con él.

La filosofía de la historia, la visión filosófica de un proceso histórico cualquiera, es un modelo más amplio que su límite intuitivo; ha de ser, por el contrario, un límite extra-intuitivo que amplíe la intuición con una forma teórica que permita elaborar especulativamente la condición extensiva que necesita. No obstante, no es del todo a priori sino que debe ser anticipada teoréticamente; ha de estar, consiguientemente, sujeta a a cierta anticipación que permita actuar sobre el cambio: la creación de riqueza.

El a priori no es un noúmeno ni una forma propia esencialmente ideal; su reflexión no puede ser historicista. La cosa en sí de la sociología, dicho así, es un problema de reflexión moral y debe ser estudiado, en coherencia, desde el principio de cambio de la representación moral.

Está claro que una capacidad ilimitada de creación de riqueza no es posible en los términos abstractos que usa la economía. El capital ficticio, un sistema de crédito con capacidad de financiar un ideal, es la hipótesis básica de una ideología liberal. Habría que empezar, pues, por replantear radicalmente qué ideología se puede permitir un sistema.

La sociología del conocimiento es la teoría encargada de dar cuenta de que el conocimiento sociológicamente entendido, la forma más común de la que se sirve el conocimiento, depende de un esquema al que está sujeto sin conciencia inmediata del mismo; es perfectamente intuitivo porque encaja bien en una estructura que opera inconscientemente como la interpretación de una realidad económica; la conciencia sólo actúa segundamente y de forma ya determinada.

No obstante, considero que la razón de la ideología, o de la falsa ideología, es una interpretación demasiado estructural y fija de un proceso cognoscitivo mucho más irregular; no permite trabar con él con un modelo de pseudo ley materialista de la Historia. La ley de la Dialéctica materialista es una ley general de la historia cargada sobradamente de casos falsos; es una ley falsa.

El marxismo tiene muchas buenas razones, pero la razón de la ideología se basa en un error bajo el que opera su razón; no es una causa primera y no determinada si no es siendo anteriormente determinada. La sociología tiene una razón primera, al contrario que la economía que sólo es una teoría segunda. El sentido de las abstracciones económicas depende, pues, de unas condiciones originales que, por lo general, se abstraen. Como defendí hace tiempo, en el marxismo no hay una sociología clara:; hay economía política y filosofía de la historia, pero no hay sociología.

El socialismo sería viable con una conciencia crítica con su base no utópica. Es decir, no podemos exigir empleo y negar al mismo tiempo la capacidad de la financiación que permite crear empleo; la creación de empleo del sistema público terminaría siendo inadecuado para las nuevas condiciones que han surgido en una economía estructuctural.

Una economía estructural y enteramente planificable sería viable, tal y como yo lo veo; pero ni está de acuerdo con la naturaleza humana ni con los principios económicos de una economía política que reparta racionalmente la riqueza y sea capaz, asimismo, de crear riqueza.

(*) Sintético a priori significa verdadero para toda experiencia. Uso terminología kantiana porque mi filosofía de la verdad y la ciencia es un límite negativo de la conciencia con respecto a él; es un límite dialéctico, y requiere, por tanto, una filosofía del objeto a partir del que surge su dialéctica. Dicha dialéctica no puede ser una dialéctica enteramente a priori ni ser, por tanto, sintética a priori. Su verdad, visto así, sólo es verdad en sentido pragmático, este es, en el sentido relativo que actúe como verdad.

Si optase por la expresión “verdadero para toda experiencia” privaría a mi reflexión del sentido problemático por el que mi reflexión pudiera considerarse de interés filosófico. Las reflexiones gramáticas que no abren problemas con los términos que usan no tienen ningún sentido filosófico.

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