jueves, 28 de febrero de 2013

El desconcierto de la dialéctica y falta del pensamiento

El desconcierto de la dialéctica debiera ser el instante en el que el filósofo cause sorpresa, cuando dé con algo que no había por sí mismo. ¿O los filósofos hacen filosofía de extravagancias que no vengan al caso, sin que con su pensamiento extiendan el sitio para las ideas que al pensamiento le falten?. Sucede de modo contrario, lo más común del pensamiento, por su propia naturaleza, va siempre un tanto retrasado con respeto al arte del que el filósofo se sirve. 


Esta idea no es ninguna figura; es el fundamento de mi sociología. 

Lo negativo está muy presente en muchas de mis ideas, pues todo lo dialéctico tiene un innegable interés para el filósofo. Ahora bien, los problemas de fondo de la dialéctica están sujetos a un terrible enmañaramiento de ideas que los soporta y del que es difícil, si no imposible, salir; si fuese de otra forma, los problemas apenas tendrían interés (filosófico). ¡No busquen repuestas donde no las hay!, ¡y no confundan una respuesta con la esencia de su pregunta!. Digo esto pensando en las posibles confusiones de algunas ideas con sus términos lingüísticos.

La falta de neutralidad es decisiva para la filosofía moral, de la que, ora antes, ora después, toda filosofía depende y en la que toda filosofía termina. De hecho, si la moral no fuese positiva y, por tanto, no hubiera lugar para su negatividad, no habría ningún contenido del que las ideas morales del filósofo se sirviesen; no habría caso para la filosofía.

La sociología es un artificio del sociólogo, no algo que sea, propiamente, moral; es su reverso en la distancia moral. Sin embargo, la sociología se construye con diversos grados morales.

Con moral positiva me refiero a la moral que se da de suyo. Vg. cuando un hombre se encuentra con otro hombre se produce un efecto, generalmente recíproco que le informa de su presencia. 

Esto puede no ser así, incluso, es extremadamente difícil que sea, cabalmente, así. La relación intersubjetiva se basa en la identidad de un contenido afectivo que se ha de representar de forma subjetivamente distinta, pero que, sin embargo, represente un mismo objeto referencial. Un sujeto a es afectado por un estado x (ax), y un sujeto b por uno x (b
x); x no es un estado particular sino una totalidad de estados posibles para el afecto x, como pudiera ser la simpatía. ax y bx convergen por pertenecer a un género, como ir a los mismos sitios, hablar un mismo idioma o pertenecer a una misma comunidad de vecinos. Las particularidades de ax y bx no pertenecen al problema intesubjetivo; quedan para los estados internos. La experiencia de a y de b se ha visto inmersa en un conjunto más amplio que el de a y b . 

Las relaciones entre a y b pertenecen a lo que, habitualmente, se entiende por psicología social. Mi postura es bien distinta. La psicología social carece de la idea por la que una experiencia psicológica particular depende de objetos distintos de ella. La psicología social es psicología, y carece de un principio de relación interno con otras psiques distintas de ella.

Los afectos no son apercepciones inmediatas. Muy al contrario, un principio de psicología pura requiere que no sea así. Ha de ser distante, de ahí que se pueda estudiar. Si los afectos fuesen apercepciones inmediatas, en lugar de apercepciones con un lento proceso por debajo de ellas, la psicología sería inabarcable y su estudio pertenecería a una disciplina que estudiase los estados internos sin ninguna posibilidad de llegar a ellos por otro camino que no fuese el de la introspección.

Doy por supuesto que los afectos no son estados creativos. Que un afecto sea un problema subjetivo no significa que sea una propiedad aislada e infinitamente en sí; de lo contrario, la sociología no sería posible como ciencia a priori.

La moral no se da toda de una vez. Se da poco a poco y en muchas medidas. Vg. en el trato con otro hay mucho margen para que el afecto hacia él, o el que él causa, sea de una u otra manera. Esta moral se da positivamente sin que la moral pertenezca a la representación moral. 

La representación moral es la forma que toma la moral en la diversidad de la experiencia moral. Como se ha señalado, el primer grado de esta experiencia ha de ser positivo, pero la experiencia moral no es sólo un primer grado, sino que su mayor parte será una experiencia moral negativa y sustitutoria, ¡un grado posterior!; la experiencia moral suplanta el afecto moral por un conjunto de objetos que pone en su lugar. Así pues, el objeto de la sociología, por sus propios términos, no está dado de una vez; requiere de una distancia íntima, consigo misma, que la desapropie y la haga posible como teoría.

Esta teoría es, claramente, una idea prolemática; la teoría nunca estará garantizada; su actualidad está en desventaja con respecto a todas sus posibilidades. Es, asimismo, uno de los aspectos de mayor interés de la sociología: el cambio social.

Esta posibilidad ya se esbozó hace unos meses en torno a una filosofía de la ciencia especulativa. Por más desconcertante que parezca, es una razón potencial; o, dicho negativamente, que nuestras ideas nunca serán lo suficientemente buenas como para que no haya lugar a otras que sean mejores. 

No me sorprende nada que todas estas ideas vengan unas detrás de otras, sin casi reclamarlas. Unas van detrás de otras porque si fuese al revés, esto es, otras antes que unas, significaría que no se habría avanzado nada en la conciencia del objeto en cuestión; en el mejor de los casos, se habría cambiado el orden de los términos, no su urgencia. Recordamos, a este respecto, que la urgencia es cierta predisposición negativa frente a una experiencia preferente con la que está en deuda. La genética de su falta es, racionalmente, una razón posterior a sí misma que no sería resoluble sin su anterioridad.

Esta última reflexión que hago sobre el objeto en cuestión, como si la cuestión no perteneciese al objeto de suyo, es, de nuevo, una idea problemática, no un juego de palabras. La cuestión es posterior al objeto, y su pensamiento, por tanto, no habría surgido todavía.

Reconozco que esta idea es un tópico del desencanto por la dialéctica, como si la dialéctica no fuese una forma de “encantamiento” que gradualmente pierde su poder.


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