martes, 9 de julio de 2013

De nuevo con lo afectivo

"Cumbres borrascosas" de Emily Brontë es una novela absolutamente deliciosa, una maravilla que maneja las cadencias emocionales sin que apenas nos demos cuenta de ello, como si no hubiesen sido tejidas sutilmente. 


Evidentemente, es sólo un artificio. Los estados emocionales que el arte produce no consisten en otra cosa que saber tocar "la tecla adecuada" para que la emoción se desencadene; dicho así, la producción artística consiste en que se conozcan las reglas de la gramática universal del mundo emocional lo más inmediatamente. A este respecto, la música es el sentido por excelencia, no el tacto, como pensara Aristóteles (*).

Martha Nussbaum no aporta absolutamente nada al estudio de las emociones además de cierta bibliografía; no hay nada importante y decisivo que pensar; la cantidad pretende reemplazar el “qué”.

Por el contrario, durante este invierno pude leer algunas obras de Max Scheler que trataban de frente el conflicto de lo que Scheler denominara “gramática emocional”. No puedo admitir ciertas partes de su pensamiento y del exceso fenomenológico de la“intuición de las esencias”, pero, filosóficamente, me he sentido acompañado en un terreno en el que estaba sorprendentemente solo. Por cierto, Nussbaum no cita a Scheler ni una sola vez a lo largo de las casi mil páginas de su “Paisajes del pensamiento”(Upheavals of Thought).

(*) Para sorpresa mía, Aristóteles tenía una idea de todo el mundo sensible de una inocencia y pureza que no me deja de maravillar. Siempre se aprende más de los maestros clásicos que de la actualidad y la pesadilla intelectual del mundo académico y sus modas de burócratas del pensamiento.

En todo caso el "tacto" en Aristóteles es el problema de lo sensible inmediatamente dado, una sensibilidad directa, no a distancia; vg. inmediatos son el sabor y el contacto 

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