jueves, 29 de agosto de 2013

Confianza de la creencia, su valor hipotético

El problema de la creencia con respecto a la razón revierte incansablemente a la relación interna que guarda la razón con el conocimiento y su experiencia; no son la misma cosa sino mediante un error; no es una idea positiva sino negativa. Llegados a cierto punto, la ontología no trata de nada más que de sí, de una distancia absoluta sin una relación predispuesta y, por tanto, sin deuda alguna. Este punto es el marco lingüístico en el que se asienta toda confianza; no es sino el cambio de unos términos por otros sin conciencia de la determinación con la que el conocimiento abraza todo lo que toca, “dogmáticamente” y afirmando sus límites (contradiciéndose consigo mismo). 


La creencia tendría un grado de validez menor. Por el contrario, su indeterminación apunta a un problema de fondo; no es un objeto perfectamente representable; no se corresponde íntimamente consigo mismo. Su validez no tiene un lugar absolutamente central si no es enredándose en procesos dialécticos ajenos al problema de fondo del que dependen. ¿O el conocimiento no es una preferencia más, puesta por encima de otras mediante una trampa sustitutoria que se envuelve consigo misma como si lo envolviese todo y no dejase nada de lado, un claro lapsus fenomenológico que pone en duda la identidad de todo conocimiento que se asiente en una conciencia extendida hacia sí, esto es, suspendida en un instante sin experiencia?. 

La repetición de cierta sensibilidad en un mismo sujeto es condición necesaria para que se produzca un sentimiento. Si no fuese porque las categorías racionales son esencialmente sensibles, no se advertirían. La contradicción de esta idea lleva implícita su desproporción. Toda sensibilidad está causada por algo íntimamente distinto de la sensibilidad misma. Sin embargo, la sensibilidad sólo se entiende inmediatamente de manera continua; así pues, los términos de su diferencia sustancial requieren de la extensión intuitiva de su propia idea (la falta).

Actualmente sólo admito la idea de un sentimiento intelectual para superar el límite de una sensibilidad sin sensibilidad, que problematiza los objetos inteligibles. Como dice Peirce, era algo que estaba concebido, en gran medida, en la gran obra de Kant. Sin embargo, Hume había insistido más en la orientación inmediata de los estados intelectuales como un principio de realidad condicionado por un sentimiento. Si no recuerdo mal, esta idea se encontraba en Investigaciones sobre el conocimiento humano (An enquiry concerning human understanding); en cualquier caso, el problema de fondo está en algo que señalé hace unos meses acerca de la intuición de las 
evidencias y las ideas dadas en sí mismas.


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